Mala y buena consciencia

En las Constelaciones Familiares, uno de los temas más controvertidos es el concepto de la conciencia propuesto por Bert Hellinger. Según él, hay tres tipos de conciencia: la buena conciencia, la mala conciencia y la conciencia superior.

La buena conciencia se refiere a la manera en que estamos dirigidos de manera inconsciente por las creencias y las conductas que nos enseña nuestra familia, país o cultura. Es aquello que está bien visto y aprobado por nuestra familia, pero que a menudo nos hace sufrir o fracasar porque sentimos que no tenemos derecho a ser felices si nuestra familia no lo ha sido.

Por el contrario, cuando somos capaces de hacer algo diferente a lo aprendido en nuestra familia, estamos guiados por una mala conciencia que puede llevarnos a ser excluidos de nuestra cultura o familia, al ser vistos como raros o diferentes.

Sin embargo, según Hellinger, hay una conciencia superior que está al servicio de la vida y que nos lleva a ir más allá de nuestros juicios y moralidades. Esta conciencia superior nos guía y empuja al amor, la sintonía y un equilibrio que nos llena de paz, ya que comprendemos que todo es perfecto tal y como es.

Según Hellinger, lo realmente bueno es algo que va más allá de la conciencia y requiere la valentía de ir más allá de ella. Significa servir a muchos y reconocer como válidas las diferencias de otros grupos y otros sistemas.

Por último, Hellinger describe la conciencia superior como una instancia que actúa más allá de la conciencia descrita anteriormente. Esta conciencia superior actúa cuando estamos en sintonía con algo más grande, como en una constelación donde todos los participantes están en paz o cuando sentimos que estamos llamados a hacer algo a lo que no podemos sustraernos.

En resumen, la conciencia propuesta por Hellinger en las Constelaciones Familiares incluye la buena y la mala conciencia, pero va más allá de ellas hacia una conciencia superior que nos guía hacia el amor, la sintonía y un equilibrio que nos llena de paz.

Desde la mirada sistémica, la buena y la mala conciencia son dos formas de regulación emocional que nos permiten mantener un equilibrio en nuestro sistema familiar y social. La buena conciencia surge cuando seguimos las normas y valores establecidos por el sistema, mientras que la mala conciencia se activa cuando transgredimos esas mismas normas y valores.

La buena conciencia nos permite sentirnos integrados y aceptados en nuestro sistema, mientras que la mala conciencia nos indica que hemos roto alguna regla y que debemos reparar el daño causado para restablecer el equilibrio. Ambas formas de conciencia son necesarias para mantener la armonía en el sistema, pero cuando la mala conciencia se convierte en una carga excesiva, puede generar conflictos y dificultades en nuestra vida.

Desde la perspectiva sistémica, es importante reconocer que la conciencia no es un fenómeno individual, sino que está influenciada por la dinámica de nuestro sistema familiar y social. Las normas y valores que rigen nuestro sistema son transmitidos de generación en generación, y pueden estar basados en creencias limitantes y patrones disfuncionales.

Es por eso que es fundamental cuestionar las normas y valores que nos han sido transmitidos, y evaluar si realmente nos están llevando hacia una vida plena y satisfactoria. En ocasiones, podemos sentirnos atrapados en dinámicas disfuncionales que nos generan mala conciencia, y que nos impiden desarrollarnos de manera plena y auténtica.

En definitiva, la buena y la mala conciencia son dos formas de regulación emocional que nos permiten mantener el equilibrio en nuestro sistema familiar y social. Desde la perspectiva sistémica, es importante reconocer que la conciencia está influenciada por las normas y valores que rigen nuestro sistema, y que es fundamental cuestionarlos para poder desarrollarnos de manera plena y auténtica.

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